Periodista y fotógrafo

Curiosas orientaciones arquitectónicas

Recién leída esa excelente novela gráfica que es From Hell, con guión de Alan Moore e ilustrada por Eddie Campbell, cogí Google Earth y comencé a rastrear las imágenes de satélite de varios edificios del mundo. Al encontrarme con San Pedro de Roma descubrí con sorpresa que la basílica está orienta completamente hacia el este, como puede apreciarse en la ampliación de la imagen que acompaña a este mensaje. ¿Casualidad, intencionalidad? Si alguien sabe algo por favor que deje un mensaje, ardo de curiosidad. A propósito, para los que hayan leído From Hell, atención al obelisco de la plaza.
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Franco y el tiempo

En este año en el que se cumplen 75 de la II República Española y 70 de la guerra civil vuelve a ser necesario hablar de Franco. No es fácil hablar de alguien del que se han llegado incluso a escribir enciclopedias. Sin embargo, creo que hay algo sobre lo que ha llegado el momento de hablar respecto a este personaje: de su relación con el tiempo.

Eduardo Matos, el cronista
En esta feria del libro me han regalado el libro “Fotografía en Ciudad Real: Eduardo Matos (1904-1995)”. Matos, al que conocí poco antes de morir cuando empecé a realizar mis primeros pinitos como fotógrafo, fue uno de esos fotógrafos de provincias poco conocidos pero que son vitales para escribir la historia visual de un país, como en su tiempo lo fueron aquellos pintores de breve carrera artística que merodearon por los estudios de los grandes o aquellos pequeños cronistas de las gacetas provinciales. Este libro de fotografía se me antoja que tiene la gran virtud de hablarnos desde el terreno sobre la España más real: la de las pequeñas localidades. Aquella que apenas si aparece en los grandes libros de historia mas allá de lo puntual pero que es donde encontramos la autenticidad del día a día de un pueblo, en este caso el español.

Gran parte del trabajo de Eduardo Matos se desarrolló durante los 40 años de la dictadura. Sus instantáneas sobrecogen en ocasiones a base de mostrar lo que fue el principal denominador común de esa época de la historia de España: la quietud. La fotografía que acompaña a este texto pertenece a ese libro. No deja de tener un importante punto de humor negro ver rodeado a Franco de esos miles de aves muertas cerca de Santa Cruz de Mudela, donde fue disparada la foto en plena cacería. Es increíble el mensaje que la foto deja ver. Todo lo que sucedía en España, fuese una cacería o la construcción de un hospital o un pantano, tenía un único y supremo responsable: él. Por supuesto, ese "todo" tiene un matiz que no carece de importancia: en España no pasaba nada que no tuviese que pasar y si pasaba eso no era asunto de españoles, y por tanto no era responsabilidad del supremo caudillo; era cosa de "los otros", fuesen estos los conspiradores judíos, masones y rojos o cualquier entelequia, siempre extranjera y alejada de esa verdadera cristiandad que era “la cruzada”.

Los comienzos
Es bien conocida aquella cosa de que Franco en África se instruyó en el arte de la espera: en esperar sentado hasta ver pasar el cadáver de su enemigo. La primera gran intervención de Franco sobre el tiempo sucede en 1936, cuando se alza contra el Gobierno de la República. Siempre se ha hablado de la quietud de Franco en política pero, sin embargo, el inicio de su carrera como dictador esta marcada por una concepción del tiempo histórica radicalmente distinta a la que le caracterizó como gobernante desde el año 1939. La República fue un tiempo de aceleración histórica y los gobiernos republicanos a menudo se esforzaron por frenar algo esa aceleración, única forma de que el país pudiese ser gobernado con cierta normalidad. Cuando Franco con el resto de golpistas interviene en la historia en el año 1936 su técnica es acelerar el ya de por si veloz mecanismo de la historia de España. Para ello, como es bien sabido, provoca una guerra convencido de que sus competidores en el otro bando no serían capaces de soportar una aceleración de los hechos como la que él se disponía a poner en práctica con el apoyo del resto de las fuerzas fascistas europeas. No se equivocó.

La consolidación
Tras el fin de la contienda y con el poder en sus manos Franco decide abandonar la estrategia de aceleración histórica para transformar ese poder en autoridad, algo que desde los romanos se sabe que era vital para poder gobernar. Por ello, renuncia a participar en la II Guerra Mundial y barre a los miembros de su gobierno con mayor tendencia hacia la contrarrevolución, como el ministro germanófilo Serrano Suñer. Comienza así la paralización del tiempo histórico que tanto caracterizó la política de Franco como gobernante. La estrategia del general fue paralizar España, hacer del tiempo una suerte de ritual marcado por el horario de las misas en las iglesias. Nada sucedía en España y esa era la buena noticia del régimen. El mal estaba fuera de las fronteras y cuando estaba dentro sencillamente no se hablaba de él en público. Franco convirtió a la nación en un castillo de altas almenas rodeado por un inmenso foso.

El tiempo como animal salvaje
Pocas fieras hay tan salvajes, tan difíciles de domesticar, como el tiempo. Franco, que decía creer en el destino, quizá pensando que él era el único aliado de tan cruel fiera, acabó sucumbiendo ante él. Con ello, no me refiero a su muerte biológica ni al quebrantamiento de sus fuerzas físicas, me refiero mas bien a que seguramente Franco en algún momento comenzó a darse cuenta de que su gobierno ciertamente era, más allá de la propaganda, un gobierno absolutista sin posibilidad de ser continuado. Franco, que nunca confió verdaderamente en nadie, debió de darse cuenta, sobre todo en sus últimos años, de que no había posibilidad de seguir frenando a la que había sido su gran arma, su gran aliado, nadie había tras él que pudiese continuar domándolo. El tiempo cada vez parecía apuntar más su cañón hacia ese territorio de fantasía que él había creado y que estaba a punto de fenecer sin remedio. Al fin y al cabo, ya se sabe, el lobo siempre tira hacia el monte por mucho que se le intente meter en un corral haciéndole creer que es simplemente un perro pastor.

Hoy sus estatuas nadie quiere limpiarlas (o son retiradas por las grúas), sus calles comienzan a ser una rareza, su tumba quizá más pronto que tarde sea desmantelada y su memoria, entre sus seguidores, es más bien una caricatura, un fetiche al que agarrarse ante el vértigo de la nueva aceleración de los unos tiempos en los que cada vez su sombra está menos presente. Todavía los hay que dicen que “con Franco vivíamos mejor” pero apenas si pueden concretar el porqué de esta triste afirmación. Seguramente, será el vértigo.
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Madrid no le gusta a Flickr

Este blog está escrito desde el fin del mundo para todo el mundo pero los que vivís en las capitales de las colonias debéis ser humildes sobre todo si vuestra ciudad, temblad, no sale en las tags de Flickr.
Hace años conocí a una chica francesa, deliciosamente francesa. Era una chica breve, millonaria y cosmopolita que, por alguna razón aventurera, había aterrizado aquí, en el fin del mundo. Como buena francesa, breve pero intensa, viví con ella dos apasionados y larguísimos días en los que supe:

A) Que había contemplado el primer atentado de Ben Laden contra las torres gemelas en ¡1993! Me enseñó fotos de la cosa.

B) Que su madre era banquera.

C) Que el chico de la foto de su mesita de noche era su novio.

D) Que le gustaba España, sobre todo Barcelona, pero que Madrid le parecía horrible.

Hace pocos días, disfrutando de ese fenómeno genial que es Flickr, volví a recordarla navegando por las tags más utilizadas en este servicio de alojamiento de fotos. Mirando, mirando, intuitivamente fui a la M de mis amores y odios, a la M de Madrid, pero, ¡oh la la la!, no aparecía. La que si aparece en cambio es la B de mis amores: Barcelona. Que disfrutéis del Sol y la lluvia mediterránea porque, como decía la canción petarda "en Madrid no hay playa" y a Flickr le gusta la brisa del mar y las calles que no huelen a garbanzos.
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La leyenda

¿Habéis oído hablar alguna vez del tigre de Tasmania? Probablemente sí. Esta especie fue declarada extinta en 1986, tras haber pasado 50 años desde que se tuviese constancia del último de estos animales. Sin embargo, todos los años hay gente que dice haber visto en la isla a este animal ¿leyenda o verdad? Esta es su historia según wikipedia:

El tigre de Tasmania, lobo de Tasmania, lobo marsupial o tilacino (Thylacinus cynocephalus) era un carnívoro marsupial de tamaño medio, hoy extinto, nativo de Australia.

Los tilacinos son ejemplos clásicos de convergencia evolutiva en la literatura científica, dado su notable parecido con los cánidos de otros continentes. Al igual que éstos eran animales carnívoros adaptados a la captura de presas de tamaño pequeño o medio tras lanzarse a la carrera. Tenían un cuerpo estilizado, patas finas aunque no demasiado largas y cola delgada. El pelaje era corto y de color leonado, con rayas negras en los cuartos traseros y cola (de ahí el apelativo de "tigre"). Las mandíbulas, provistas de 46 dientes, podían abrirse hasta extremos asombrosos, más propios de un reptil que de un mamífero, permitiéndoles engullir grandes pedazos de carne sin masticar. La especie se extinguió antes de ser estudiada en profundidad por zoólogos, por lo que no se sabe muy bien qué técnicas usaba para cazar, aunque varios testimonios recogidos hacen suponer que detectaba a sus presas preferentemente por el olfato, seguido del oído. Según los colonos ingleses del siglo XIX, este animal emitía unos sonidos similares al ladrido de un fox terrier. Los machos eran más grandes y robustos que las hembras. Éstas poseían una bolsa que se abría hacia atrás, donde se alojaban hasta cuatro crías que nacían muy desvalidas, y seguían a su madre un tiempo después de abandonar el marsupio

Causas de la extinción
El tigre de Tasmania ha sido bautizado con este gentilicio debido a que cuando fue descubierto por los europeos, sólo subsistía en la isla de Tasmania, al sur de Australia. Sin embargo, el registro fósil muestra la existencia de varias especies de tilacinos a lo largo y ancho del continente austral desde al menos el Mioceno temprano. De todas estas, sólo Thylacinus cynocephalus (aparecida hace 4 millones de años) sobrevivió a la progresiva aridez que azotó el territorio durante el Pleistoceno, y siguió siendo abundante en Tasmania, Australia y Nueva Guinea después de la llegada de los aborígenes australianos, mientras se extinguían otros grandes marsupiales. Esta tranquila situación se rompió cuando los navegantes del sudeste asiático introdujeron el dingo en Australia y Nueva Guinea hace 3500 años. El tilacino no pudo hacer frente al nuevo y duro competidor placentario y se extinguió lentamente en estos lugares. Los último tilacinos australianos vivieron en la remota región de Kimberly, al oeste de la isla, tal vez hasta tiempos muy recientes.

En el siglo XVIII y XIX los británicos llegaron a Tasmania y documentaron la existencia del animal, sin darle gran importancia hasta que comenzaron a llegar los primeros colonos y sus rebaños de ovejas. Al parecer, los lobos marsupiales encontraron más sencilla la caza de rumiantes encerrados en sus rediles que la búsqueda de wombats y ualabíes en los bosques de la isla, y los pastores y el propio gobierno colonial comenzaron a considerarlos alimañas necesarias de exterminio. Tampoco hay que descartar la posibilidad de que los relatos de sus supuestas carnicerías en las granjas fuesen exagerados por los dueños, ya que a otro marsupial, el diablo de Tasmania, se le ha perseguido hasta no hace mucho por las mismas razones, a pesar de que este animal es fundamentalmente carroñero.

Ya en 1830 se tiene constancia de que la compañía Van Diemen Co. pagaba una recompensa por cada tilacino muerto, pero no fue hasta 1888 cuando comenzó la mayor de las campañas de exterminio. Desde entonces y hasta 1909, el Gobierno de Tasmania pagó una libra por cada cabeza de tilacino que se le entregase, llegando a repartir un total de 2180 recompensas. Al año sigiente la especie se declaró en peligro y multitud de zoológicos europeos y americanos ofrecieron cantidades cada vez más altas por hacerse con uno de los escasos ejemplares supervivientes. El zoo de Londres desembolsó 150 £ por un animal en 1926. En 1933 se capturó vivo un ejemplar en Florentine Valley que fue vendido al Hobart Zoo de Tasmania, y ya no se volvió a avistar ninguno más. Este animal murió en 1936 y fue solo entonces cuando el Gobierno de Tasmania declaró al tilacino especie protegida y creó una cátedra de Zoología en la universidad con el fin de estudiarlo. Pero era demasiado tarde. A pesar de los supuestos avistamientos que se producen todos los años en Tasmania e incluso en Australia (unos 300 en los últimos 70 años), nunca se ha dado con una prueba sólida de su existencia en la actualidad. La especie fue declarada extinta en 1986, pasados los 50 años sin pruebas de vida exigidos por la comunidad científica internacional.

¿Puede ser clonado el tigre de Tasmania?
En los últimos años se ha especulado de forma recurrente con la posibilidad de clonar al tilacino y traer esta especie de nuevo a la vida e incluso reintroducirla en un futuro en Tasmania y Australia. El principal problema ha sido hallar un tejido en el que pudiese quedar ADN en buenas condiciones, algo que los cientos de restos óseos, momias, ejemplares disecados y conservados en formol no han podido aportar. Sin embargo, en el año 1999, un grupo de científicos australianos abrieron una puerta para la esperanza, pues se halló en los fondos de un museo un frasco de 1866 que conservaba una cría de tilacino en su interior, conservada en una solución de alcohol y formalina. El alcohol, en principio, puede conservar la integridad del ADN a lo largo de largos periodos de tiempo. Bajo el patrocinio de la empresa Rheuben Griffiths Trust y el Museo Nacional Australiano, los biólogos se pusieron manos a la obra. En 2000 se anunció la extracción de ADN en aparente buen estado, y en 2002 se consiguió la replicación enzimática exitosa de ese ADN, sin fallos, potencialmente apto de ser implantado en una célula anucleada y trabajar sin problemas.

Incomprensiblemente, en febrero de 2005 el Gobierno Australiano dio marcha atrás al proyecto y retiró la financiación, forzando su paralización. Quizás se reanude en un futuro, pero por ahora no hay fecha para ello.

Sobre la fotografía
Esta fotografía proviene de la web Tasmanian Photographers, a la cual recurriré con frecuencia en este blog. La imagen, sobrecogedora, muestra en toda su magnitud la crueldad del hombre, su salvajismo gratuito frente al salvajismo auténtico de la bestia muerta, de la bestia a la que el hombre mata porque dice temer, cuando es la bestia la que teme al hombre.

El hombre del siglo XXI de alguna forma se avergüenza del hombre de los siglos anteriores y su sentimiento de culpa le lleva a proponer aberraciones como clonar al tigre de Tasmania. Nunca un animal, el hombre, tropezó tantas y tantas veces con los mismos obstáculos. ¿Clonar al tigre? El hombre del siglo XXI no se ha dado cuenta de que sus fusiles y trampas son ahora los laboratorios, donde las pobres bestias ya ni mueren. Ahora es mucho peor: son transformadas en monstruos.

Sobre este blog
En mi estilo de dar bastantes rodeos para llegar al centro del asunto, este es un blog que a veces requirirá de paciencia, explicar que este primer mensaje, no exento de didáctica, desea sentar hasta donde sea posible las bases de lo que será este nuevo destino en internet. Yo ya existí en la maraña de ceros y unos pero desaparecí en ella porque en internet, como en las mitologías, todo puede suceder y no seré yo el que me prive de ese lujo.

Ahora reaparezco aquí, en Tasmania, donde pretendo ser vuestro hombre, vuestro corresponsal en la aventura de las antipodas, en la aventura de buscar al tigre de Tasmania en los bosques, a su leyenda. Espero noticias vuestras, vosotros tendréis las mías.

Bienvenidos a la espesura del bosque.
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