Periodista y fotógrafo

Campo de fuerza

>Escaleras

El día amanece congelado. Un pesado cansancio, denso como el terciopelo, se aloja aún en las almas.

Termina la hora de mi guardia. Es el momento de volver. Desciendo por la calle ancha. Veo a mis pies la hoz y me siento atraído por el sol que la ilumina. Parece explicar algo importante. Sus rayos me conducen cuesta abajo, hacia un aire limpio y helado, de otra época. La ciudad se muestra deshabitada en mi descenso. El astro me guía por los arrabales solitarios contándome que la ciudad no pertenece a nadie. De los que la forjaron sólo quedan leyendas. Los que pasamos por estas calles ahora somos intrusos, espectros que pisamos un recuerdo de piedra. Lo saben las brujas cansadas, los fantasmas alcohólicos y los místicos deslumbrados que de vez en cuando se dejan ver. Pero están mudos.

Sólo los ojos de los gatos callejeros revelan algunas pistas del plan con el que se moldeó la isla de roca. Me siento en un banco dejándome llevar por la luz y escucho. No oigo nada, el silencio es abrumador. La atmósfera está tan limpia que los ojos se quejan de la nitidez con la que se impone el cercano horizonte de piedra. Afino el oído y por fin percibo algo. Es un sonido leve, equívoco. Pero no es una ilusión. Giro la cabeza buscándolo y lo encuentro: las hojas de un árbol cercano caen balanceadas por una suave brisa.

Me marcho en busca del presente. Un panadero somnoliento me vende su mercancía y retorno al tiempo. He salido del campo de fuerza.

Escrito el viernes, 26 de noviembre de 2010. Corregido el sábado, 23 de abril de 2011
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Antonio Delgado en la Escuela de Arte de Cuenca

Cartel realizado por Francisco Gálvez.

Antonio Delgado no necesita presentación. A los que no le conozcáis os bastará con googlear su nombre para comprobar que pocos saben tanto como él sobre la comunicación a través de internet y del siempre peliagudo tema de la gestión de los derechos de autor.

El jueves tendremos la suerte de tenerle en Cuenca para hablar de ambas cosas en la Escuela de Arte.

Estáis todos invitados.

Ramón.
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La historia del mundo contada en 15 caracteres

"Pido para comer", eso decía el cartel de un hombre que pedía limosna hoy en Cuenca a la puerta de un supermercado. Tenía aspecto de eso que la mitología franquista llamaba "un cristiano viejo". Quizá si en vez de pedir limosna en Cuenca lo hiciera en Madrid o Barcelona podría aparecer en uno de esos programas de televisión de montaje frenético que ponen después de la cena. Sí, esos que tan pronto entrevistan a inmigrantes que rebuscan en la basura como nos muestran el interior de las mansiones que ahora no se venden fácilmente. Pero en Cuenca su mensaje no trascenderá. Aquí, como sucede en la inmensa mayoría de las provincias de España, los chicos de la televisión están muy ocupados poniendo micrófonos en la boca de los concejales y de sus cuñados, tanto que no tienen ni tiempo ni ganas de hacer televisión-espectáculo.

En un momento en el que triunfa el mensaje breve, en el que las meteduras de pata del famoso de turno en Twitter llenan las horas de trabajo de algunos periodistas el mensaje de ese hombre, al que cuesta llamar mendigo, está prácticamente abocado al olvido. A lo sumo alguna señora de las que le han dado limosna después de comprar quizá rece por él. Yo espero recordarle. No quiero olvidar la bolsa negra en la que guardaba sus pertenencias ni sus ojos cansados, pero sobre todo quiero recordar ese mensaje tan breve como claro: "pido para comer". La historia del mundo contada en 15 caracteres. 
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