Periodista y fotógrafo

Una brújula


Foto: El Hombre de Tasmania

No es este un buen día para vuestro hombre en Tasmania. Dice Alan Moore en la entrevista a la que hago referencia un par de mensajes atrás: "Captamos fotones a través de nuestras retinas, ondas sonoras a través de nuestros oídos, impulsos nerviosos a través de las yemas de los dedos, y, segundo a segundo, ordenamos esta información, construimos la realidad. Por lo tanto, nuestra conciencia no experimenta esta realidad directamente y, en consecuencia, todo lo que creamos tiene que ser un mapa, no una realidad. Ésa es nuestra percepción de la realidad, ése es nuestro mapa. Este esquema sirve también para las ideas en las que vivimos, para nuestras filosofías, para nuestros sistemas políticos y económicos. Esto no es la realidad, es un mapa que hemos dibujado nosotros mismos y en el que hemos elegido vivir".

Los mapas, claro, se trazan día a día y lo normal, o lo que debiera ser normal, es que tracemos un mapa rico en detalles. Un mapa donde el aburrimiento esté arrinconado por las luces de lo fascinante; ese es el mapa vital ideal. Sin embargo, uno mismo puede perderse en su mapa y toparse con las regiones donde sólo nos encontramos con el blanco pergamino. Es así como suelen comenzar las aventuras: adentrándonos en las regiones menos exploradas de nuestro mapa vital. Un aviso: las aventuras entrañan también desasosiego, miedo a lo desconocido, esa es la inevitable senda que conduce al tesoro.

Cuando nos adentramos en las regiones en blanco de nuestro mapa está claro lo que necesitamos: una brújula, una estrella que nos diga donde está el norte para poder así dirigir nuestros pasos. Esa brújula a veces se llama amor, a veces se llama celebración, a veces se llama arte. Esta tarde, perdido en una región inexplorada de mi mapa, he buscado una brújula en la literatura; al fin y al cabo vuestro hombre en Tasmania es un explorador con recursos.

El nombre de mi brújula es prometedor, se llama "El arco iris de la gravedad" y pesa 1.148 páginas. Apenas se nada de este libro del que dicen cosas fascinantes, también las dicen de su autor, el misterioso Thomas Pynchon. Sin embargo, sí que se algo de este libro, algo arriesgado pues sólo he leído su primera página. Tras sacarlo esta tarde de la biblioteca he notado como esta voluminosa proeza irradiaba algo a través de mi chaqueta, algo que me hacía sentir bien: irradiaba aventuras.
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Ramón Peco. Con la tecnología de Blogger.

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