Periodista y fotógrafo

Baader-Meinhof


Baader-Meinhof, originally uploaded by desdetasmania.

Sabiendo como sabes lo que siempre le hago a la gente ¿Cómo pensabas que contigo iba a ser diferente?

Minusvalía. Astrud.

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El nuevo héroe de la clase obrera -revisado-


Working class hero, originally uploaded by desdetasmania.

Leo estos días "Historia de España" de Pierre Vilar, un ensayo inteligente y exento de rencor, y, por extrapolación, me doy cuenta de la importancia que tiene en la España de hoy, en su explicación histórica, esa idea torpe de que la clase obrera ya no existe. La falta de conciencia de clase es uno de los grandes problemas de esta sociedad que se dice democrática sin hacer apenas nada por serlo. Son legión los que perdidos en el laberinto de la anomia buscan compulsivamente un camino en toda suerte de intereses vacíos. La clase obrera existe, sí, otra cosa es que los que pertenezcan a ella no tengan conciencia de tal cosa.

De hecho, el obrero que tiene conciencia de clase es más que nunca el héroe de nuestros días. Cuando veo a los obreros de Delphi y a los obreros del metal en Vigo prender fuegos, cortar carreteras, pienso que son los únicos que ejercen hoy de verdaderos demócratas en este país de supuestos desclasados y, sin embargo, no deberíamos caer en la trampa de pensar que esos obreros son los únicos obreros que quedan.

Muchos de los votos que llenarán las urnas el domingo tendrán como objetivo saciar intereses o frenar intereses. El voto de hoy es un voto desilusionado, emitido con frecuencia por gentes desilusionadas, cansadas, que no tiene fuerzas ni ánimo para reparar en la magnitud de los muros de Ceuta y de Melilla; para reparar en los obreros muertos de camino a nuestro país; para reparar en que los obreros del sur que finalmente acaban en España no tienen derechos laborales ni derecho al voto, como en su día no lo tenían ni las mujeres ni los que no disponían de una cierta renta; para reparar, en definitiva, en que momento del devenir histórico viven.

Ese voto del domingo, que en su mayoría ira a los partidos de este nuevo turnismo en el que vivimos o a los nacionalismos caciquiles, es un voto de muy poca calidad democrática. España no necesita a los obreros de otros países sólo porque necesita mano de obra, España necesita de los votos de toda esa gente. España necesita a la clase obrera, a sus nuevos héroes, los únicos con energía para cambiar las cosas.

Cuando el PSOE logro por primera vez que un obrero se sentara en las cortes, Pablo Iglesias, al llegar este al hemiciclo la curiosidad que despertó fue enorme, algunos parlamentarios le trataron incluso como a una suerte de mono de feria y... ya ven. Voten pues sin miedo, voten a los monos de feria si es que en ellos ven soluciones, hagan oídos sordos a quien les diga que voto es útil y que voto no lo es, sobre todo porque en un pueblo, en una capital de provincias o en una región un voto puede ser mucho.
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Otra vez...


Foto: El Hombre de Tasmania
-Pulsar sobre la imagen para ampliar-

El sendero se bifurcó, elegí el camino que marchaba hacia lo impredecible, siguiendo un instinto, con la máquina preparada, con la mirada lúcida. Me alejaba de todos para acercarme, comprendí, a todo. Sentía una fuerte emoción, la emoción del que siente atraído inexorablemente por un ente desconocido. Mis sentidos estaban embriagados por el aroma del humedal, por los sonidos de las pequeñas bestias que apenas si lograba atisbar de vez en cuando pero que, evidentemente, se encontraban por todas partes, rodeándome, escrutando mis pasos, mis actos. Sin embargo, entendí que ninguno de esos seres era lo que en verdad me estaba aguardando tras esa pequeña alameda.

El breve sendero se despejó y atisbé una construcción canónica al otro lado. Sus líneas tenían la pureza y la honestidad de una bella creación infantil. Todo se resumía en un triángulo equilatero dispuesto sobre un cuadrado, pero esa estructura, de un cristianismo tan primitivo que rozaba lo pagano, albergaba mucha más sabiduría que las sofisticadas plantas de muchas catedrales. Cuando estuve cerca de aquella casa, que luego supe que había sido de uno de los pescadores que habían recorrido aquellas aguas dulces durante siglos, vi que esta se encontraba en la falda de una breve colina cuya cúspide, sin embargo, parecía estar en los confines del mundo.

La colina estaba plagada de toda suerte de flores, flores cuyos colores estaban oscurecidos por la luz tamizada que se originaba al otro lado de la cuesta. Eran tantos los colores de aquel cielo que se diría que la tierra, de un negro casi uniforme, había cedido sus luces al aire. Caminé sabiendo que el encuentro iba a producirse muy pronto.

Finalmente sucedió. La esfera apareció de repente, irradiando suavemente su fuego, imponiéndose sobre sus dominios, pero no tanto como para que no se la pudiese mirar a la cara. Actuaba así como un emperador que acepta, benevolente, en el momento de su marcha ser contemplado durante unos breves instantes. El encuentro, como era de esperar, apenas duro en el tiempo de los hombres, pero ese tiempo, nada importa cuando lo que se contempla es el reloj de la eternidad.

Nada nuevo hay en esta imagen, pero si lo hay, siempre lo hay, en la senda que conduce hasta ella. Este fotograma, desnudo, es una imagen de una belleza deslucida por la multiplicación de los actos humanos, el gran leit motiv de estos tiempos. Sin embargo, la razón de esta imagen se encuentra precisamente en que existe, en que está aqui, y en el camino silencioso que conduce a la recompensa de toparse con ella.
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Terror hispano

Foto: El Hombre de Tasmania

Nunca he acertado a comprender porque en España no se hace un cine de terror digno que admiración a nivel mundial. Supongo que el problema es la gran lacra de la que adolece la España de hoy: avergonzarse de sus entrañas. La modernidad en este país es entendida básicamente como una importación de iconos transnacionales, por una parte, y como una adaptación de la mediocre iconología del nacionalismo español a un entorno plastificado y digital (DVD's sobre como cortar jamón), por otra. En el poco cine de terror que se ha hecho aqui sus autores se han limitado en la mayoría de los casos a copiar clichés anglosajones sin darse cuenta de que tenían el terror, en estado puro, mucho más cerca.

Acabo de escuchar en televisión a un periodista contar como una multitud en Marbella, a la que Jesús Gil repartía jamones, intentó lincharle cuando este ordenó que cargaran contra él. Nos lo tomamos a guasa porque no nos queda más remedio, porque la otra opción es un espantoso sobrecogimiento. Quien sepa narrar esa escena a la que aludo como lo que verdaderamente es tiene un filón por delante.
¿Quien mato al comendador? ¡Fuenteovejuna, Señor!
Pues eso.
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