Periodista y fotógrafo

Ya están aquí los vikingos

En 1973, cuando el que esto escribe llegaba al mundo, Led Zeppelin ponían en la calle House of the Holy, un LP de una calidad sobresaliente. Siempre que los escucho me impresiona la increíble fuerza de la banda. La contundencia de su sonido en gran parte se debe a la magistral producción de la época, algo extraño en estos tiempos en los que la cantidad se impone a la potencia.

Sin embargo, la rotundidad de Led Zeppelin no se debe a una mera coyuntura técnica. Sus arrolladores decibelios analógicos no serían nada sin el increíble espíritu de Plant, Page y compañía en los escenarios. Inmigrant song, una de las canciones con más nervio de la historia del rock, está dedicada a Leif Eriksson, hijo de Erik el rojo y jefe de la expedición vikinga que llegó a las costas de Terranova en torno al año 1.000.

Con esta canción la música de Led Zeppelin comenzó a ser conocida con la etiqueta de Hammer of the Gods, el martillo de los dioses, pues la letra hace referencia explícita a las conquistas nórdicas y a su misteriosa religión: To fight the horde, singing and crying / Valhalla, I am coming! Pues eso, a disfrutar de los truenos del Mjolnir.
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Ay, Lola, ay

Te vi pasar,
y soñé que las sábanas eran frescas,
que las cigarras anunciaban fuego,
que te escuchaba clamar un más.

Soñé con tu sábado,
con la laca y con la radio,
con el dolor de tus caricias,
con la loca de tu madre.

Ay, Lola, ay.

¿Quién me lo iba a decir?
Esa sombra en tus ojos,
ese idiota en tu regazo.
¿Quién me lo iba a decir?

Otro más,
otro día perdido,
otro amante bocazas,
otro tonto listo.

Ay, Lola, ay.
¿Quién me lo iba a decir?

Tan prisionera de ti,
tan prisionera de mí.
Suéltalo ya,
suelta ese portazo que guardas en la boca.

Vámonos ahora,
que es domingo y han cerrado internet,
que tu madre duerme,
y perdemos el puto tren.

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